sábado, 29 de agosto de 2009

Pensadores influenciados por Aristóteles en cuanto a la división público-privado y la posición de las mujeres en la vida social y política

Por: Ivonne Acuña Murillo

Muchos pensadores tomaron la dicotomía público-privado establecida por Aristóteles, así como la separación entre personas inferiores y superiores y colocaron a las mujeres y a la familia en el mismo estado pre-político que éste las había colocado. Una de las consecuencias de la reclusión de las mujeres en el espacio privado fue el silenciamiento de su voz.
Thomas Hobbes (1588-1679)

En el Leviatán, Thomas Hobbes sostuvo que en la sociedad se daba una coexistencia entre el establecimiento de un contrato social y la obediencia absoluta a la autoridad la cual, se encontraba tanto en el mundo privado como en el público. Así en el estado de naturaleza el poder paternal era "naturalmente" absoluto, y en la sociedad civil contractualmente absoluto. Hobbes ubica nuevamente a la familia en ese espacio pre-político, en el que Aristóteles la había colocado. Esto lleva a Jean B. Elshtain a afirmar que uno de los grandes dilemas teóricos del pensamiento político de los siglos XVII y XVIII, fue reconciliar el voluntarismo en política con el "naturalismo" en lo privado.
Hobbes asume el patriarcalismo y lo inserta en un acto de aceptación, en el cual las mujeres -al contraer matrimonio- y los niños -sometiéndose a la autoridad paterna- daban su consentimiento tácito para ser gobernados absolutamente por los hombres. Cabe anotar que a este consentimiento tácito Carole Pateman le llama "consenso aparente", ya que confunde la aceptación forzada de mujeres y niñ@s con un verdadero consenso.
La visión hobbesiana sobre la división público-privado, deja a las mujeres sin un discurso moral y las obliga a vivir bajo un conjunto de términos alejados de toda crítica. Es decir, "priva" a las mujeres de la capacidad de pensar, juzgar, cuestionar y actuar, a través de la imposición de un lenguaje con términos morales. Para Elshtain lo que Hobbes hace es despojar a las mujeres de sus capacidades lingüísticas y de las relaciones sociales y formas de vida que ellas presuponen, es decir la voz de las mujeres es "silenciada".
Hobbes pretendía imponer un nuevo vocabulario, guiado por su interés de lograr la construcción de una República libre del azote de la guerra: uno desapasionado, neutral, científico, según el cual el lenguaje privado debía ser controlado para "silenciar" el habla sediciosa, rebelde. Las personas privatizadas fueron principalmente aquellas silenciadas previamente, al menos en el lenguaje público, por su absorción dentro de la vida privada. Todos los seres humanos deberían ser "sujetos" y "sujetados", pero el control debía ejercerse sobre todo en aquellos dueños de voces internas de pasión. Con esto Hobbes, a decir de Elshtain, intentaba desarticular la conexión entre pensamiento, habla y acción.
El silenciamiento de las voces sediciosas, entre ellas la de las mujeres, tenía como contraparte el poder del hombre, una especie de dios mortal, para "dar nombre" y "nombrar". En la obra de Hobbes los sujetos son despojados del poder del habla individual (entre otras cosas al abdicar de sus derechos políticos), un potencial destruido por la imposición externa de un poder absoluto, que en este caso sería el Estado, el Leviatán.
El gran "silencio hobbesiano" priva a las mujeres no solamente de voz pública y política, sino de su papel tradicional en la educación moral a través de la actividad de la maternidad pues el vocabulario científico de Hobbes se restringe a una evaluación moral pública en términos de deber, justicia, derechos, igualdad, libertad, legitimidad, resistencia, y queda privado de términos que son propios de la moral privada como: sentimiento, emoción, afección, responsabilidad, amor, agradecimiento, compasión, decencia, amabilidad.
Elshtain argumenta que bajo el modelo hobbesiano, es posible que las mujeres pudieran compartir con otros hombres la terrible igualdad de los silenciados y los "sujetados", pero no la ventaja social, económica o política que el hombre individual tenía sobre ellas.
John Locke (1632-1704)

Siguiendo con la división entre hombres y mujeres, Elshtain aborda a otro de los pensadores del contrato social, John Locke, quien proporciona una versión del individuo abstracto, basado en la oposición histórica liberal entre una humanidad ideal y abstracta y una real y concreta. La división epistemológica de Locke, entre razón y pasión, se refleja en la división público-privado que él explica a partir del lenguaje, al que define como: "un sistema externo de signos y símbolos”, más que como una actividad social compleja que une lo interno y lo externo, que ayuda a constituir las realidades internas y externas de los sujetos.
La división de Locke entre mente y cuerpo, entre razón, como racionalidad formal y pasión, como algo que apenas contiene deseo, y la personalidad humana erigida sobre esto, requiere de un tipo particular de división de dos esferas divergentes, una pública y otra privada. Para Locke los seres humanos quedan divididos en "mentes públicas" y "deseos privados". En la primera, los individuos son libres e iguales legalmente, en ella se protegen ciertos derechos y se sirve a ciertos intereses, se hacen contratos y se llega a acuerdos de beneficio mutuo. El espacio y la mente pública existen como defensa contra la esfera privada, en la cual el deseo es concebido como incontrolable y arbitrario.
En el mundo público las personas hablan un lenguaje común de razón y viven bajo leyes del Estado, las obligaciones del mercado y las costumbres de los diferentes cuerpos sociales a los cuales pertenecen. En el espacio privado, por el contrario, los seres humanos están a merced de sus propias impresiones y deseos, precisamente porque no entra del todo la lógica del contrato social. Siguiendo la distinción que Locke hace entre espacio público y privado las mujeres, al pertenecer al segundo ámbito, quedan restringidas a un deseo irracional.
Resumiendo, con Hobbes, las mujeres son privadas de una voz pública y con Locke quedan sujetas a sus impresiones y deseos al no formar parte del contrato social.
Jean Jacques Rousseau (1712-1778)

Así como Hobbes y Locke justificaron la exclusión de las mujeres del ámbito público-político, otro pensador Jean Jacques Rousseau aportó su visión para completar y llevar al extremo dichas argumentaciones. Carole Pateman, en su obra The Disorder of Women. Democracy, Feminism and Political Theory, afirma que un elemento que en los siglos XVII y XVIII justificó dicha exclusión fue lo que ella llama "el desorden de las mujeres", según éste las mujeres eran consideradas como una amenaza para el orden político, por lo que debían ser excluidas del mundo público.
Las mujeres eran una fuente de desorden porque su ser, o su naturaleza era tal que las llevaba a ejercer una influencia desorganizadora en la vida social y política, las mujeres tenían un desorden en su propio centro -en su moralidad- la cual provocaba la destrucción del Estado. La falta de virtud de las mujeres, en la visión aristotélica, fue llevada por Rousseau hasta el extremo de la destrucción del Estado.
Aristóteles hablaba de una falta de virtud para la vida pública, Rousseau habló de algo más que falta de virtud, mencionó una influencia destructora inherente a la misma "naturaleza" femenina. Para él, las mujeres eran una fuerza subversiva dentro del orden político. En el capítulo 4o. de la Civilización y sus Descontentos, afirmó que las mujeres eran "hostiles hacia y estaban en oposición a la civilización" (: 19), y que al igual que las mujeres, la familia era una forma de asociación que permanecía en contraste y tal vez en conflicto con la vida política y social. Rousseau, al igual que Locke, sostuvo la idea hobbesiana según la cual el “estado de naturaleza” estaba habitado no sólo por individuos sino por familias, es decir colocó nuevamente a la familia en un estado pre-social.
De acuerdo con Rousseau, los hombres, a diferencia de las mujeres, si poseían las capacidades requeridas para el ejercicio de la ciudadanía, en particular aquellas que les permitían el uso de la razón para sublimar sus pasiones, desarrollar un sentido de justicia y confirmar la ley civil. Las mujeres en cambio no podían trascender la naturaleza de su cuerpo y sus pasiones sexuales. Esto implicó que no pudieran desarrollar una moralidad política y en consecuencia que no fueran capaces de participar en el contrato social.
El cuerpo de las mujeres simbolizaba todo lo opuesto al orden político, la maternidad fue vista como la antítesis de los deberes ciudadanos. Con estas ideas los teóricos del contrato transformaron la diferencia sexual en diferencia política, apoyados en la distinción entre la libertad "natural" de los hombres y la sujeción "natural" de las mujeres.
El desorden político de las mujeres significó que fueran excluidas del "acuerdo original", transformando el contrato social en un pacto fraternal masculino.
Rousseau concluyó que la única manera de proteger al Estado del impacto desorganizador de las mujeres, era mediante una estricta segregación de los sexos en sus actividades. La separación sexual era necesaria porque las mujeres eran una influencia corruptora sobre los hombres. Su desorden alejaba a los hombres de la virtud cívica y de la justicia. Sin embargo, la segregación era una medida preventiva que no curaba el desorden de las mujeres, sólo lo mantenía bajo control.

Fuentes:

Ivonne Acuña Murillo, Relación teórica mujeres-democracia desde tres autoras feministas: Jean Bethke Elshtain, Mary Dietz y Carole Pateman, México, Instituto Mora, 1994. Tesis de Maestría en Sociología Política.

Ivonne Acuña Murillo, “Repercusiones actuales de la exclusión política de las mujeres en la teoría del contrato social de los siglos XVII y XVIII”, Revista Intersticios. Filosofía/Arte/Religión, Año 10, No. 21, 2005, Universidad Intercontinental.

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