Por: Ivonne Acuña Murillo
Por siglos las mujeres se vieron privadas de derechos políticos; esto es, no les era reconocida la calidad de ciudadanas, razón por la cual no podían actuar en el espacio público-político. No participaban de las discusiones donde los habitantes, súbditos o ciudadanos trataban públicamente los temas de interés colectivo. No ocupaban cargos públicos ni representaban grupo político alguno, no tenían personalidad jurídica. Por todo lo anterior, su exclusión del ámbito político era un hecho. Las razones con las que se pretendía justificar dicha exclusión eran muchas: su supuesta inferioridad, su incapacidad para desarrollar pensamiento abstracto, su menor calidad moral, su falta de virtud para ocuparse en asuntos relacionados con el bien común, su imposibilidad biológica para emprender acciones más allá del ámbito privado y la vida doméstica, etc. Como se puede observar, la no participación de las mujeres en política era explicada desde las mujeres mismas y su supuesta inferioridad y no desde el espacio de la política, construido a partir de valores y lógicas masculinas y que por su conformación no permitía el acceso a las mujeres. Fueron las teóricas feministas las que invirtieron la perspectiva y comenzaron a estudiar a la política como un campo de acción masculino y las restricciones que éste imponía a la acción femenina. Entre esos esfuerzos destacan aquellos dirigidos al análisis de pensadores tan prominentes como Aristóteles, Hobbes, Locke y Rousseau y el uso de sus propias categorías para desmontar aquellos discursos que han justificado la exclusión política de las mujeres. En los textos que siguen se hace un resumen de dichos estudios, comenzando por Aristóteles, filósofo que sentó las bases argumentativas para excluir a las mujeres del espacio público.
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